Mark Few, entrenador de la universidad de Gonzaga, recomendó a sus chavales que fuesen a misa, al día siguiente se encontró con una leyenda en la pizarra del vestuario: "Religion is the opiate of the masses".
Adam Morrison podía haber sido un fan de Magic, pero le gustaba Larry Bird. Podía haber nacido en una gran ciudad, pero el chico es de Montana. Podía haber tenido cualidades atléticas, pero aunque Dios le dio 2.07 metros, le hizo más bien lento, diabético y con cara de paleto. Así que le dio por jugar al baloncesto en una universidad de chicos blancos, católicos y tirando a red necks: Gonzaga (véase John Stockton).
Con este currículum, Morrison no parecía nacido para jugar ante Jack Nicholson, seducir a esa gran Marbella versión skyline que es Los Ángeles, ser adoptado por Hollywood como Pau Gasol y encontrar su hueco en una banda de 12 tíos vestidos de amarillo nacidos para vender camisetas. Pues, para colmo, Adam Morrison es comunista. O eso creen los yankees.
¿Qué tiene en su habitación un teenager comunista? Un póster del che Guevara. Pues nuestro alero no. A él le va la droga dura y se colgó uno de ese periodista piloso de Tréveris: don Karl Marx.
Cuando Morrison era un jovenzuelo que empezaba a meterlas de todos los colores, las crónicas destacaban su tendencia 'leftie' y la ánécdota del póster. En la final del campeonato estatal de institutos, con un ataque de hipoglucemia, se cascó 37 puntos. Luego, en Gonzaga (donde su juego empezaba a encontrar eco en todo EEUU), será por genética (su padre jugó en Europa y llevaba el pelo a lo afro... siendo blanco) o por rebeldía, le dio por dejarse crecer el vello facial.
Si a los Gasol les salió una estética entre Big Foot y Robinson Crusoe, a Morrison le dio un aire guevarista guevarista que, unido a su historia "ladiabetesnopermitiráquenoseaundeportistadeélite", hizo de él carne de Sports illustrated.
Sus aficionados, ataviados con falsos mostachos, portaban camisetas con el lema: "You can't stop the stache" (No puedes parar al bigote). Las aficiones rivales preferían coros como: "¿Dónde está Scooby?", por su parecido con Shaggy, el torpón grunge dueño del perro de dibujos.
Para Morrison, fan de Rage Against the Machine, los partidos eran rituales médicos. Cuando más tarde se jugase, mejor era para su cuerpo. Comía un filete, una patata hervida y una verdura exactamente dos horas y 15 minutos antes del encuentro. Pese a ello, en algunos partidos, Morrison llegaba a pincharse insulina cinco veces, mientras sus compañeros escuchaban las indicaciones del entrenador.
Anticapitalista o algo así
En un reportaje del USA Today, le preguntaron si se sentía comunista.
- sólo me interesa cómo un hombre pudo condicionar el siglo XX 150 años antes. No soy un comunista convencido. O un anticapitalista o algo así.
También le preguntaron a Few, el entrenador. Y él dio la clave: "Algunos pensaron que era un radical. Pero no lo es, aunque profundiza mucho en las cosas. Sólo es un tipo con el que puedes debatir. Alguien que ha leído mucho. Y bien".
El chico, quizás el jugador más conocido por el gran público de la cosecha 2006, llegó a los Bobcats como número 3 del draft. Había sido elegido mejor jugador del año en la NCAA y todos le auguraban el estrellato de la NBA. Tres años después, ¿alguien conoce en España a Adam Morrison?
Unos dicen que a la NBA no le gusta tener un criptocomunista entre sus mejores jugadores. Otros, que la diabetes es demasiado para el ritmo NBA. Su segunda temporada la pasó en blasnco tras romperse el ligamento cruzado de la rodilla. A lo mejor simplemente le pasó como a cientos de rookies: fracasó.
Pero a finales de la temporada pasada, los Lakers le hicieron venir de Charlotte. Morrison ya no lleva bigote y hasta se ha cortado el pelo, como si quisiera cortar de una vez por todas con la barrila del "jugador comunista". Bueno, del jugador que leía libros. Phil Jackson no le dio bola. Jugó 8 partidos y cinco minutos de media.
Pero llegaron las ligas de verano. Y Morrison ha vuelto a ser aquel chico torpón que las metía de todos los colores: desde fuera, a media distancia, jugando al poste... Ha metido más de 20 puntos de media y empieza a merecer un hueco en el roster, al menos como reserva de Lamar Odom.
Nunca será un verdadero laker. Ni arrastrará a los fans de Hollywood al Staples. Pero igual el "jugador comunista" termina por encontrar su hueco en el templo del enterntainment capitalista.
Bonito artículo, si señor.
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