jueves, 5 de noviembre de 2009

El triste final del Abramovich del basket


Por Sole Leyva
Su Mercedes S500 se paró el pasado jueves frente a un semáforo de Moscú, muy cerca de la oficina de Vladimir Putin, uno de sus amigos íntimos. Dos pistoleros le esperaban escondidos en un Lada Priora, aparcado en un lateral de la calle. Dispararon hasta 18 veces contra el coche. Diez de las balas impactaron en su cuerpo.

Se acababa así el sueño de Shatbai Von Kalmanovic, 62 años, ex espía de la KGB , multimillonario amante del deporte, considerado por muchos el Abramovich del basket (era dueño y entrenador del Spartak de Moscú femenino). Su muerte, planeada, por encargo, un misterio que tiene difícil solución en un país donde el crimen viaja muchas veces bajo el paraguas del poder político y económico.

"Fue un asesinato planeado", sentenciaba la policía moscovita. Pero, ¿quién está detrás de su muerte? Echando un vistazo a su intenso currículum, el abanico se amplía como las alas de una mariposa. Nacido en la Lituania soviética en 1949, Kalmanovic se trasladó con su familia -judía- a Israel a comienzos de los 70. Fue detenido en 1986. La Justicia israelí le condenó a 10 años de cárcel acusado de espiar para la KGB. Ex agentes del servicio secreto admiten que no era un espía al uso, que pertenecía a una amplia red de agentes secretos, pero que no era un profesional. Como diría Gila, les hacía "chapuzas".

Mientras penaba condena su fortuna aumentaba ceros gracias a sospechosos negocios inmobiliarios en la capital rusa. Tras cumplir sólo siete años de condena -fue ayudado por las presiones de un importante lobby judío de Rusia y además alegó problemas de salud-, Kalmanovic volvió a Moscú, donde rápidamente montó una empresa de eventos. Entre sus méritos, llevar a actuar en Moscú en los 90 a estrellas del calado de Michael Jackson, Lizza Minelli -con la que se le vinculó sentimentalmente- o José Carreras. Para entonces ya era uno de los empresarios rusos más respetados... y forrados.

Sus negocios se diversificaron. Inmobiliarias, representación de famosos, negocios farmacéuticos, empresas deportivas. Amante del basket, a principios de los 90 compró acciones del Zalguiris Kaunas y se convirtió en dueño del Spartak de Moscú famenino, con el que ganó las últimas tres Euroligas. Gracias a él, estrellas de la WNBA, como Sue Bird o Daia Taurasi enseñaban su basket en Moscú durante el verano. Dicen que les pagaba diez veces de lo que cobraban en EEUU. Las baloncestistas eran su talón de Aquiles. Se le relacionó con varias de ellas. Cuentan que cuando alguna de sus jugadoras cumplía años, les dejaba la tarjeta de crédito para que se compraran lo que quisieran. Él pagaba.

Su último negocio, una empresa farmacéutica montada con un conocido jefe mafioso, Vyascheslav Ivankov, al que invitó hace un año a la boda de una de sus hijas -tenía cuatro hijos con tres mujeres distintas-. Ivankov fue tiroteado también el pasado verano. El negocio farmacéutico es un terreno pantanoso en Rusia y los países de su entorno. Mucho dinero en juego. En ese ámbito Kalmanovic no era un zar, como en el baloncesto, en el que invirtió millones de euros de su fortuna aun a cuenta de perder dinero... sólo por el placer de promocionar el deporte que amaba.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Los León y el extraño atentado de ETA


Por Rocheteau
Érase una vez un señor de Mula (Murcia), trabajador del registro y sindicalista, de nombre León. Tuvo dos hijos y eligió sendos nombres compuestos: Pedro León y Juan León. Y Pedro, que a su vez concibió otros cuatro, conservó la tradición: el primero fue León, a secas, y los siguientes Pedro León, Luis León y Antonio León. Cosas de una familia llamada Sánchez.

La anécdota genealógica (mejor o peor contada, ya os la sabéis todos) habría bastado para ornar las gestas deportivas de los León —Luis, 25 años, ciclista y doble ganador en el Tour, y su hermano Pedro, 23 años, ala diestra del Getafe—. Pero no para alumbrar una leyenda. Para eso hacen falta tragedia, épica, destino... y una prensa como la española, tan dada a no confirmar las informaciones.

A Pedro León padre, guardia civil, lo destinaron al País Vasco de los años 80, una sabana de tiros y banderas en la que, vestido de verde y con tricornio, se era a veces cazador y a veces pieza de safari. Sólo habían nacido León y Luis, y la familia echaba los días sin salir en la casa cuartel de Aretxabaleta.

Recuerda la prensa patria (y se cuela hasta Wikipedia), cada vez que Luis cruza el primero la meta, cada vez que Pedro la clava en la escuadra, la historia del padre guardia civil herido en un atentado de ETA en Bilbao. Recuerda la prensa patria que fue un coche bomba y que, obligado a hacer bici para recuperar la movilidad en la pierna izquierda, transmitió a sus hijos un coraje a pedales como el que propulsó a Luis, el pasado Tour de Francia, hacia la victoria en el Col d’Agnès.

Sólo que no se trató de un atentado. Ni de un terrorista de ETA. Y ni siquiera ocurrió en Bilbao. Cosas de las leyendas. «Éramos una patrulla de nueve guardias con un cabo. Nos habían mandado a cubrir el paso de un alto cargo por la autovía Bilbao-Irún a la altura del peaje de Zarauz (Guipúzcoa). Tomamos el paso y yo protegía uno de los carriles. Un coche venía de frente y no deceleraba. Me embistió y pude echarme al suelo, pero me destrozó la pierna», rememora Pedro León.

El peligroso pistolero que atentó contra él era un conductor epiléptico que sufrió un ataque justo al acercarse al peaje y se estrelló cientos de metros después. Lo último que supo Pedro de él es que había sufrido ya 20 operaciones y seguía con mala pinta. León padre sigue sin entender de dónde ha salido la historia de ETA.

—Una última pregunta: ¿por qué usted no lo ha desmentido?
—Porque no me lo preguntó nadie.

martes, 18 de agosto de 2009

La judía que hizo el saludó nazi en el 36

Por Sole Leyva
Helen Mayer era rubia, alta y tenía los ojos verdes. En su especialidad, la esgrima, era una de las mejores del mundo. Alemana de nacimiento, era el paradigma de la raza aria que Adolf Hitler quería que dominara el mundo. Un pibón de la época -sus largas trenzas rubias rompían corazones- que además era un crack cuando se enfundaba la careta.

Con 17 años consiguió la medalla de oro en los Juegos de Ámsterdam de 1928. En Alemania las muñecas con su cara se vendían como churros. Sólo tenía un gran fallo para el Führer, un fallo que resultó letal para seis millones de personas. Mayer era judía.

Tuvo suerte. Si aquel verano de 1933, cuando Hitler se alzó con el poder votado por el pueblo, no se hubiera ido de intercambio a una escuela de esgrima de California, probablemente hubiera acabado en un campo de concentración, con su maleta, sus zapatos y su florete arrinconados en algún cuartucho de aquellos malditos campos de la muerte.

Poco después de que el Führer ganara las elecciones, se descubrió que el padre de Mayer era judío. Mayer quedó exiliada en EEUU. Se le retiró la nacionalidad alemana. No fue la única.
La Asociación de Box Alemana expulsó al campeón aficionado Erich Seelig por su condición de judío. Otro atleta judío, Daniel Prenn -el tenista alemán mejor clasificado- fue expulsado del equipo de la Copa Davis de Alemania. Gretel Bergmann, una campeona de salto, fue expulsada de su club alemán el mismo dramático año de 1933.

Hitler no los quería ver ni en pintura, pero la presión internacional, principalmente de los yankis, británicos y suecos hizo que el asesino de bigote plegara alas y prometiera que incluiría en la delegación alemana a 21 deportistas de origen judío. Todo estaba planeado para convertir los Juegos del 36 en Berlín en una plataforma publicitaria a nivel mundial y no iba a permitir que nada lo impidiera.

Donde dijo digo dijo Diego. 21 fueron los que prometió y finalmente sólo se incluyó a Mayer. La rubia judía consiguió la medalla de plata para Alemania, protagonizando junto a la lección del negro Jesse Owens una de esas grandes historias que jalonan el periplo olímpico. Y es que durante la ceremonia de entrega de medallas, para sorpresa de muchos, Mayer hizo el saludo nazi mientras gritaba 'Heil Hitler'.

Se especuló en la prensa internacional con que se vio obligada a hacer el gesto -toda la delegación alemana lo debía hacer- porque dos de sus hermanos vivían todavía en Alemania y temía represalias. La prensa oficialista apuntaba que Mayer realmente no se sentía judía. Nadie nunca supo que pasó exactamente por su cabeza, pero a Hitler le vino de perlas. Era un vértice más de su maquiavélico plan para mostrar una Alemania tolerante y pacífica. Si una judía saludaba el Führer, de que tenéis que preocuparos.

Alemania acaparó la mayoría de las medallas y su capacidad organizativa y los resultados de su campaña propagandística de un régimen moderado calaron a muchos. El New York Times llegó a señalar que las Juegos habían devuelto a Alemania a "la comunidad mundial" y le habían restituido su "humanidad". Qué rata astuta el pérfido Hitler.

Una vez finalizados los Juegos, Mayer regresó a los Estados Unidos y, en 1937, consiguió el oro en Campeonato Mundial de París. Moriría 15 años después en EEUU. La esgrimista que le arrebató el oro se llamaba Ilona Scharerer Elek, y competía bajo la bandera de Hungría, que luego se alió a Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Elek también era judía.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Un comunista en los Lakers

Morrison: ¿ajedrecista pajillero o jugador de baloncesto?
Por Rocheteau
Mark Few, entrenador de la universidad de Gonzaga, recomendó a sus chavales que fuesen a misa, al día siguiente se encontró con una leyenda en la pizarra del vestuario: "Religion is the opiate of the masses".

Adam Morrison podía haber sido un fan de Magic, pero le gustaba Larry Bird. Podía haber nacido en una gran ciudad, pero el chico es de Montana. Podía haber tenido cualidades atléticas, pero aunque Dios le dio 2.07 metros, le hizo más bien lento, diabético y con cara de paleto. Así que le dio por jugar al baloncesto en una universidad de chicos blancos, católicos y tirando a red necks: Gonzaga (véase John Stockton).

Con este currículum, Morrison no parecía nacido para jugar ante Jack Nicholson, seducir a esa gran Marbella versión skyline que es Los Ángeles, ser adoptado por Hollywood como Pau Gasol y encontrar su hueco en una banda de 12 tíos vestidos de amarillo nacidos para vender camisetas. Pues, para colmo, Adam Morrison es comunista. O eso creen los yankees.

¿Qué tiene en su habitación un teenager comunista? Un póster del che Guevara. Pues nuestro alero no. A él le va la droga dura y se colgó uno de ese periodista piloso de Tréveris: don Karl Marx.

Pelo a lo afro para un blanco
Cuando Morrison era un jovenzuelo que empezaba a meterlas de todos los colores, las crónicas destacaban su tendencia 'leftie' y la ánécdota del póster. En la final del campeonato estatal de institutos, con un ataque de hipoglucemia, se cascó 37 puntos. Luego, en Gonzaga (donde su juego empezaba a encontrar eco en todo EEUU), será por genética (su padre jugó en Europa y llevaba el pelo a lo afro... siendo blanco) o por rebeldía, le dio por dejarse crecer el vello facial.
Si a los Gasol les salió una estética entre Big Foot y Robinson Crusoe, a Morrison le dio un aire guevarista guevarista que, unido a su historia "ladiabetesnopermitiráquenoseaundeportistadeélite", hizo de él carne de Sports illustrated.
Sus aficionados, ataviados con falsos mostachos, portaban camisetas con el lema: "You can't stop the stache" (No puedes parar al bigote). Las aficiones rivales preferían coros como: "¿Dónde está Scooby?", por su parecido con Shaggy, el torpón grunge dueño del perro de dibujos.

Para Morrison, fan de Rage Against the Machine, los partidos eran rituales médicos. Cuando más tarde se jugase, mejor era para su cuerpo. Comía un filete, una patata hervida y una verdura exactamente dos horas y 15 minutos antes del encuentro. Pese a ello, en algunos partidos, Morrison llegaba a pincharse insulina cinco veces, mientras sus compañeros escuchaban las indicaciones del entrenador.

Anticapitalista o algo así
En un reportaje del USA Today, le preguntaron si se sentía comunista.

- sólo me interesa cómo un hombre pudo condicionar el siglo XX 150 años antes. No soy un comunista convencido. O un anticapitalista o algo así.

También le preguntaron a Few, el entrenador. Y él dio la clave: "Algunos pensaron que era un radical. Pero no lo es, aunque profundiza mucho en las cosas. Sólo es un tipo con el que puedes debatir. Alguien que ha leído mucho. Y bien".

El chico, quizás el jugador más conocido por el gran público de la cosecha 2006, llegó a los Bobcats como número 3 del draft. Había sido elegido mejor jugador del año en la NCAA y todos le auguraban el estrellato de la NBA. Tres años después, ¿alguien conoce en España a Adam Morrison?

Unos dicen que a la NBA no le gusta tener un criptocomunista entre sus mejores jugadores. Otros, que la diabetes es demasiado para el ritmo NBA. Su segunda temporada la pasó en blasnco tras romperse el ligamento cruzado de la rodilla. A lo mejor simplemente le pasó como a cientos de rookies: fracasó.

Pero a finales de la temporada pasada, los Lakers le hicieron venir de Charlotte. Morrison ya no lleva bigote y hasta se ha cortado el pelo, como si quisiera cortar de una vez por todas con la barrila del "jugador comunista". Bueno, del jugador que leía libros. Phil Jackson no le dio bola. Jugó 8 partidos y cinco minutos de media.

Pero llegaron las ligas de verano. Y Morrison ha vuelto a ser aquel chico torpón que las metía de todos los colores: desde fuera, a media distancia, jugando al poste... Ha metido más de 20 puntos de media y empieza a merecer un hueco en el roster, al menos como reserva de Lamar Odom.

Nunca será un verdadero laker. Ni arrastrará a los fans de Hollywood al Staples. Pero igual el "jugador comunista" termina por encontrar su hueco en el templo del enterntainment capitalista.

martes, 28 de julio de 2009

Ratzenberger: como Farrah Fawcett a 315 km/h








A la izquierda, el accidente de Ratzenberg. A la derecha, el de Senna.

Por Nunn
El 25 de junio de 2009 es el día en que se murió Michael Jackson, y el anecdótico día en que se murió Farrah Fawcett, aunque nadie se acuerde. El primero de mayo de 1994 es el día en que se murió Ayrton Senna, y el día siguiente al que se murió Roland Ratzenberger, aunque nadie se acuerde. La Fawcett se fue a unos cuantos kilómetros de Jacko, los dos en la soleada California. Ratzenberg se mató en el mismo circuito, Imola, en el mismo Gran Premio, San Marino, y por la misma causa, accidente de su monoplaza, que Ayrton Senna. Lo acojonante del asunto es que nadie se acuerde de él.

Pues sí, en la clasificación de aquel GP, que quedará para siempre en el recuerdo porque se estrelló el gran campeón brasileño, también tuvo un accidente un piloto menor, Roland Ratzenberger, que se destrozó la cabeza en la curva Villeneuve. Era la clasificación y el tipo decidió jugarse la vida: en la vuelta anterior se había golpeado el coche y tenía el alerón delantero en mal estado. En vez de parar, siguió. El coche se le fue a 314,9 kilómetros por hora y ahí se acabó su vida y su carrera en la F1. Efímera, que dirían los cursis.

El tipo, austriaco de 34 años y toda una vida peleándose en divisiones inferiores, había conseguido el sueño de su vida: un contrato por cinco carreras con la escudería Simtek en el paraíso de los pilotos, el circo que corre la minoría triunfadora. En la primera no se clasificó; en la segunda quedó undécimo, lo que quizá era un pedacito de pasaporte para un contrato para toda aquella temporada. Por eso, quizá, fue al límite. Y por eso, quizá, se mató. Aunque, evidentemente, algo habría que hacer para evitarlo. O no.

Y el gran premio se corrió...

Alguien debió parecerle poca razón para que aquella carrera se parase. Un luto menor, el tal Ratzenberger. Y eso que en 12 años no había muerto nadie en un circuito de F1. El GP de San Marino se corrió, y ahí se acabó la vida de Ayrton Senna, campeón de campeones, el caballero de la F1, el ídolo de todos. Lloraron, patalearon, se histerizaron, ¿cómo-ha-podido-pasar-esto?

Posiblemente, por lo mismo que el día anterior, por lo que se demostró que era una falta alarmante de seguridad en los circuitos. O quizá no, que lo de Ratzenberger fue una locura fruto del hambre del que busca lo que siempre soñó en el reino del peligro, a velocidades en las que pensar debe ser una heroicidad.

En el coche destrozado de Ayrton Senna, junto a su cadáver, encontraron, arrugada, una bandera de Austria. Pretendía sacarla al acabar el Gran Premio. Max Mosley optó por ir al funeral de Ratzenberger en vez de al del brasileño. "Se habían olvidado de él. Todos iban al funeral de Senna y nadie al suyo. Era importante que alguien estuviera allí". Hoy quedan como dos gestos efímeros, que dirían los cursis.

Pasaron 15 años de aquello y, como toda fecha múltiplo de cinco, la prensa desempolvó homenajes y bondades del piloto fallecido. De Senna, claro. De Ratzenberger, ni rastro. Como, posiblemente, ocurrirá dentro de cinco años con Farrah Fawcett.

domingo, 5 de julio de 2009

La leyenda (falsa) de Ricky y el chasco de Claver


Por David Burress
Es lo que tienen las estrellas. No sólo son buenas, sino que también les crecen leyendas a su alrededor... aunque sean falsas.

Ricky Rubio se dio a conocer al mundo en la primera minicopa donde realizaba cuadruples dobles en 32 minutos y se paseaba a su antojo.Para los que le seguimos desde hace mucho, en baloncesto mini ya iba un paso por delante. Su consagración fue el campeonato de España de Avilés en el que, siendo infantil de primer año y jugando contra los de segundo, metió 38 puntos en la final al entonces Adecco Estudiantes con 14 de 15 en tiros libres aunque finalmente no pudo llevar a su equipo a la victoria.

Y ése es uno de los bulos creados por Marca, El Mundo, As y todos los periódicos y portales de internet sobre los famosos "cuatro años sin perder con La Penya" de Ricky Rubio. Pues no, esa final del año 2003 la perdió. Fue su generación la que no perdió un partido en 4 años pero él sí. Y a esa derrota le siguieron otras, más tarde: con la selección catalana perdió hasta 2 finales de campeonato de España ante la Selección de Madrid. Si alguien tiene dudas, incluimos el vídeo.

Lo cual no resta un ápice a su sacrificio, humildad y capacidad de liderazgo, a pesar de jugar siempre contra jugadores uno y dos años mayor que él (en club y en selección). Desde infantil ya iba convocado con la selección española de un año más, algo que casi nadie ha conseguido en categorías inferiores: ni Sergio Rodríguez,ni Pau Gasol, ni Felipe Reyes ni uno de los mejores jugadores en categorías inferiores: Juan Carlos Navarro.

Aíto, cuando era cadete de primer año, comentó en el campeonato de España que era diferente e iba para estrella. Tanto es así que tenía 14años, recordemos que es de diciembre, y se lo llevó a hacerla pretemporada con el primer equipo.

Anticipo en Slam

Por lo que respecta al draft, lo que sabíamos algunos desde mayo por su círculo cercano es que Ricky no va a ir (o no quería ir) a la NBA. Para la prensa, todo ha cambiado tras el draft, cuando realmente la decisión del crack verdinegro no se ha modificado desde entonces.

Los deseos de Ricky Rubio eran salir elegido en segunda o tercera elección, o en su defecto conseguir jugar en la Gran Manzana. Tras ser elegido el 5º del draft, lo único claro es que todos los equipos que elegían después del 1 de Blake Griffin (jugador de otro planeta) han cometido un error.

Luego está el chasco de Victor Claver, que no quería aparecer entre el 25 ó el 30, para madurar en Europa y, cuando sea una estrella, negociar su contrato libremente, que es lo que hacen los jugadores de segunda ronda. Sin embargo ni lo uno ni lo otro: Ricky número 5 y Claver número 22, toda una sorpresa. Ya lo decían las palabras de este último: "No era lo planeado, pero si un equipo cambia tres elecciones para poder escogerte es que realmentetiene interés".

Posdata: La elección del draft de Victor Claver por los Blazers tuvo un anticipo en la entrevista que mantuvo el manager general de la franquicia Kevin Pritchard (ex jugador del Cáceres 1992-1993) con un afamado periodista de la revista Slam. Tras recordarle los históricos fallos de Portland en la elección de draft: Sam Bowie con el número 2 en lugar de Michael Jordan en el draft del 84, Mychal Thompson número 1 en vez de Larry Bird en el 78 y La Rue Martin en lugar de Julius Earving (nº 12) o Bob McAdoo (nº 2), el redactor le aleccionó con la máxima que siempre defendió Jerry West: en el draft no se elige según la posición que necesites, sino un jugador de cara al futuro. Y le sopló quién era este año el jugador de mayor talento y el gran 'robo' del draft: Víctor Claver. Pritchard le hizo caso.

jueves, 25 de junio de 2009

La distancia entre Drazen y Ricky

El gran Drazen, Mozart del baloncesto.
Por John Wyatt
El halago exagerado puede hacer tanto o más daño que la crítica feroz. En Ricky Rubio, que esta noche se juega su futuro en el Draft de la NBA, se aprecian rasgos que ya lo emparentan con los grandes de nuestro baloncesto: la visión de juego de un veterano, intensidad defensiva, contraataque feroz, velocidad, desparpajo y, sobre todo, fantasía a la hora de repartir pases. Su talento es incuestionable, pero las comparaciones con otras estrellas europeas le quedan, de momento, muy muy grandes.

La revista croata Superkosarka, uno de los magazines de basket más prestigiosos de Europa, presenta a Ricky Rubio posando con mirada desafiante y, como no, un balón de baloncesto en la mano. En el texto que acompaña la entrevista, el redactor apunta dos nombres: Drazen Petrovic y Pete Maravich.

A Maravich los de mi generación no le hemos visto nunca jugar, así que de él no opino. Pero la comparación con Drazen Petrovic es, cuanto menos, desafortunada. Y más viniendo de una revista croata.

Trabajo, trabajo, trabajo

El genio de Šibenik destacó en todas las categorías en las que jugó, se impuso a casi todas las situaciones adversas, incluido un primer año difícil en la NBA, y trabajó con tesón en aquellos aspectos en los que en principio flojeaba. ¿Mal tirador en su adolescenccia? ¿Mal defensor en el Real Madrid? Sus últimos años en los Nets ya lo presentan como un jugador completo, musculoso, realizado, una versión 2.0 de aquel chaval delgaducho con el pelo ensortijado que hacía cortes de manga al público del Raimundo Saporta.

Drazen, ya desde su etapa en el Šibenik y en la Cibona, sorprendía a todos por sus maneras de líder en la cancha. Daba igual que tuviera 17 años. Se encaraba con los rivales, retaba al público y pedía los balones más calientes en los finales de partido más apretados.

En su primera etapa no era buen tirador de tres, pero lo compensaba con un tiro en suspensión y una entrada a canasta dignos del mejor Jerry West. De aquellos años datan los 112 puntos, récord hoy insuperable, que le endosó él sólo al Smelt Olimpija esloveno en 1985.

Su éxito no era fruto de la casualidad. Después de disputar los partidos de casa, pedía permiso para quedarse en el pabellón durante un par de horas tirando mientras algún fan, elegido por él de entre el público, iba pasándole balones. Sólo de esa manera, con los años, fue convirtiéndose en el mejor tirador de tres puntos que Europa había visto desde la irrupción de Nikos Gallis.

Cuando fichó por el Real Madrid ya lo había ganado todo en Europa, era un auténtico asesino desde la línea de tres y promediaba 40 puntos en Yugoslavia. Después de un año mágico en España, sólo ensombrecido en Liga por el Barca de Solozabal, Epi, Norris y un árbitro de cuyo nombre no quiero acordarme (dejó al Real Madrid con sólo cuatro jugadores a falta de cinco minutos en el Palau), legó para el recuerdo una increible final de la Recopa en la que se enfrentó a su alter ego, Óscar Schmidt Becerra, el legendario cañonero brasileño (ver vídeo).



Él solito (64 puntos) resistió los triples de Óscar (48 puntos), Gentile, Expósito y Dell’Agnello. El Real Madrid ganó el partido, la NBA se fijó en él y el Mozart de Šibenik decidió, como sus amigos Divac, Radja y Kukoc, cruzar el charco.

Su primer año en los Blazers fue el periodo más frustrante de su carrera. El técnico Rick Adelman, actual técnico de los Kings y posible 'herr director' de la nueva etapa de Ricky, le destrozó.

Le pidió que defendiera, que se sacrificara, que hiciera faltas, que reboteara... Y lo hizo. Se metió en el gimnasio cuatro horas al día, se adaptó a la nueva distancia de tres puntos, aprendió a defender echando el bofe y no se quejó por ello. Terminó aquella temporada con 12,5 puntos de media y emigró a los Nets, el mejor destino posible. Allí el jugador vivió su mejor momento, hizo partidos legendarios, batió el récord de triples y se ganó todo el derecho a ir al All Star. Superaba, partido sí y partido también los 30 puntos.

Su última participación que recordamos antes de su fatídico accidente fue la de la final contra el Dream Team en Barcelona, con 10 minutos para el recuerdo, con el tipo metiendo triples, encarándose con Jordan, abroncando en un tiempo muerto al flojeras de Komacek, que lo imitaba descaradamente, y resistiendo él sólo las embestidas del mejor equipo de la historia.

¿Y en una revista croata lo comparan con Ricky Rubio? ¡Si Ricky no sabe tirar de tres!

jueves, 21 de mayo de 2009

El diván del Baskonia

Por Qadir Jeelani
Ah, Vitoria, la bella Gasteiz: el barrio medieval de piedra y pizarra, el suave ensanche burgués, los bosques acechantes, el bello cementerio en el centro de la ciudad, el nosequé de ciudad de provincias rica, el "de aquí, de toda la vida", en boca de sus habitantes, la represión sexual, el frío, el frío, el frío...

Un escenario clásico para cualquier relato de horror psicológico. Con menos que eso, Thomas Bernhard y Salzburgo se hicieron mutuamente felices y famosos.

Pero no nos dejemos llevar por lo novelesco. Vitoria está en nuestros corazones, básicamente, porque tiene un equipo de fútbol muy malo y un equipo de baloncesto muy bueno y muy desquiciado llamado Baskonia.

Lo interesante, claro, es eso de 'desquiciado'. Empecemos por su superintendente, Josean Kerejeta (cuando jugaba en el Real Madrid, se llamaba Querejeta, aunque no quisiera que este texto se leyera en clave política), que ha impuesto una fuerte 'cultura empresarial' (ay, qué palabras) basada en estar sistemáticamente en el límite de la norma, y si se puede, un pasito más alllá, abriendo caminos. Nada que reprochar. Con ese método, han llegado éxitos impensables para la SAD de una ciudad de 220.000 habitantes.

Pero eso marca.

¿Hacemos un poco de psicología colectiva sobre la afición del Buesa Arena? Este tipo de discursos tienden al infantilismo y a la bobez, lo sé, pero no puedo evitarlo: en términos postfreudianos, diríamos que en la psique baskonista hay una zona seca/dura/masculina representada por la imagen de Dusko Ivanovic y Andrés Nocioni conjurados durante algún partido del Periodo Clásico Baskonista (PCB, en mayúsculas,por favor). Y hay una zona húmeda/blanda/femenina que reside en el famoso triple de Alberto Herreros, frustrante final de ese PCB.

Cinco casos clínicos

Pero, queridos aficionados a la psiquiatría, mejor haremos si nos fijamos en la plantilla baskonista, en la corta y admirable rotación que dirige Ivanovic, el superyo baskonista : Prigioni, Rakocevic, Roe, McDonald y Splitter; Ilievski (ahora, el temporero Lucas), Vidal, San Emeterio, Teletovic y Barac (ahora, el temporero Baldo). Cuatro superclases, tres muy buenos jugadores, el clásico 'underachiever' castigado de todos los equipos de Ivanovic (recordemos a Marc Gasol), un par de figurantes... Y, sobre todo, cinco casos de diván clarísimos. Seis, si se tiene en cuenta al propio 'coach I', sujeto evidente de manías compulsivas. Y siete, si consideramos al gran villano del baskonismo, el bipolar Felipe Reyes.

Los enumeraré de menor a mayor interés.

En el admirado Tiago Splitter se observan rasgos de melancolía y tendencias depresivas relacionados con el síndrome Lord Jim (no lo busquen en las enciclopedias, me lo inventé yo mismo hace unos años en una taberna). Como el personaje de Conrad, Tiago es el más talentoso, el más guapo, el más especial de los muchachos del Baskonia. Pero sobre su conciencia pesa aquel inverosímil saque de fondo que entregó al Real Madrid el balón del famoso triple de Herreros. Y cada partido apretado que deviene en un calvario de tiros libres para el pobre Tiago, que se enfrenta al reto de la redención. Carne de psicoanálisis liberador clásico.

En Will McDonald, el cuadro es fácilmente observable: ensimismamiento, emotividad mal canalizada, tendencia a la indisciplina, apatía, episodios de agresividad... La tentación es atribuir este comportamiento a una causa psicosocial, más que psíquica (el pobre chico negro, insatisfactoriamente educado, crecido en un ambiente violento...), aunque eso huele a paternalismo postracial. En cualquier caso, el tratamiento es sencillo y, en resumen, conductista. ¡Ánimo Will!

Tengo mis dudas en el caso de Mirza Teletovic, mocetón bosnio-croata de muñeca maravillosa y condiciones físicas privilegiadas, defensor regularcito y buscapleitos habitual. Y además, de un tipo de buscapleitos muy especial. A diferencia de otros duros como Felipe Reyes (que se meten en líos por episodios de enajenación o trastorno bipolar) o Axel Hervelle (mamporrero por cierto código del honor equivocado), Teletovic parece meterse en líos por gusto. Se diría que se ha dado impunidad para ser malo, lo que se ajusta bastante a la definición clásica de la personalidad psicópata. Pero aquí surge la duda: ¿Es Teletovic (Teletubbie, coloquial y paradójicamente) un verdadero psicópata sin superyo? ¿O es el suyo un problema de simple inmadurez? ¿Lo tupimos a píldoras? ¿O bastará con un proceso de reeducación emocional? Habrá que esperar.

Las dudas sobre Teletovic tienen que ver con el ejemplo vecino de Pablo Prigioni, el caso más claramente clínico de la plantilla del Baskonia. Como ocurre con los psicópatas, Prigioni discurre normalmente y tiene un discurso inteligente. Sin embargo, su interlocutor, al cabo de unos minutos, empieza a descubrir la desconexión emocional del paciente. El psicópata no siente empatía hacia el otro. Pigrioni, tampoco, y de ahí sus arranques de furia ante decisiones arbitrales contrarias y razonables o cuando Ivanovic lo relega al banquillo al término de partidos en los que el Baskonia gana de 35. Su caso, además, está agravado por episodios de desrealización y percepción alterada (aquella final Tau-Unicaja, aquel tiempo muerto de Scariolo) y adornado por una lucidez escalofriante, propia de una película de asesinos en serie. Pide a gritos una camisa de fuerza.

Superioridad moral

Menos grave, pero aún más fascinante me parece el caso de Igor Rakocevic, libre de enfermedades mentales pero anclado en el pantanoso terreno de las angustias. Digámosllo claramente: Rakocevic es el perfecto caso para un psicoanalista, dado que el gran tema de su vida es el placer y el deseo como problemas. Jamás me canso de ver a Rako en acción, impaciente y aseteado por los tics cada vez que se le escapan dos posesiones sin poder cumplir su deseo ni obtener su placer: tirársela él. Hubo un tiempo en el que veía a Rakocevic con la antipatía que despiertan los jugadores egoístas. Hoy me merece toda la ternura del mundo.

Sí, ternura. Ejemplos como el suyo me sirven para defender otra teoría de mi propia cosecha: "El baloncesto tiene una dimensión psicológica que jamás tendrá el fútbol". La cancha cercana, su población limitada y las interrupciones en el juego permiten que los jugadores se expresen emocionalmente, que los espectadores observen su lenguaje corporal y sus dinámicas de grupo y que sepan de ellos lo que jamás podrá aprender un abonado con asiento en la fila 42 de Mestalla. Desde allí, se ve a los jugadores como lejanas manchitas de colores en movimiento.

Ay. Al final, todo esto nos ha conducido a la triste imagen de siempre: un nacionalista del baloncesto solitario e incomprendido proclama su superioridad moral sobre el fútbol sin que nadie le haga caso. Y digo lo de nacionalista porque a veces me siento como un votante de ERC, atormentado al comprobar que los de al lado (los del fútbol, los españoles...; gentes peores, en cualquier caso) gozan de un prestigio que a nosotros se nos niega. Por eso estamos siempre con esta fastidiosa letanía: Soymejorquetú, soymejorquetú, soymejorquetú.

El que necesita un psiquiatra quizá sea yo.

domingo, 17 de mayo de 2009

Los lunes al sol... del tenis


Por Lola Dirceu
El pasado miércoles 13, el remolcador Vicente Boluda, horterísima margarita en el ojal, pasaba por los palcos y eludía con mucha habilidad (y delante de una servidora) saludar a Arantxa de Benito. La ex presentadora y ex parienta de Guti competía en pellejos colganderos, cara ajada y zodiac en los labios con su amiguísima Marta Sánchez; unos metros más allá, Raúl González tenía que aguantar las voces irónicas que pedían su regreso a la selección mientras el ÑBA Rudy Fernández se preguntaba qué coño hacía sentado junto a Parejo (como mucha gente en Chamartín se pregunta el porqué de su regreso del Queen’s Park, sería la cuota de cantera para aplacar al personal, digo yo); muy cerquita, Juande Ramos entretenía su agonía llevando a su mujer a deporte tan elitista, y justo enfrente, Javier Hidalgo, hijo del ex dueño de la Unión Deportiva Salamanca, heredero de Air Europa y supercolega de megafiestas de Ronaldo, vacilaba de pibón (otra más) mesándose la barba de rufíán. Por la banda, Robben eludía autógrafos con su proverbial zigzag de cadera, escorándose cada vez más al centro, más al centro, más al centro….
Todos ellos, y parafraseando con permiso a los amigos de Gomaespuma, entonarían aquello de
“Estoy loco por el tenis, me encanta su juego tan emocionante,
estoy loco por el tenis me encanta su ritmo tan electrizante
estoy loco por el tenis y lo quiero practicaaaaaaaar
para ver si mañana soy un Santana para triunfaaaaaaaar”
Luego llegó el viernes y Guti se acicalaba su flequillo junto a Bimba Bosé, Wesley Snejider y un colega del holandés que estaba sobao y que parecía el hermano gemelo de Pipo Inzaghi (comprobar en la foto). Al bueno de Ujfalusi, mal defensa del Atleti con pibón pertrechado a su cadera cual cesta de nardos, le dieron un asiento de mierda vaya a usted a calcular cuántos palcos más arriba. Balompédicos e ilustres asistentes que podían haber salido de la Caja Mágica e irse a la Fundación Tomillo, calle Albuñuelas, 15, 28041, Madrid, y que está a dos pasos. Le aconsejo esta dirección porque allí hay un centro de Servicio Público de Empleo dependiente de la Comunidad de Madrid. A mi novio, al que han echado del curro hace bien poco, le acaban de mandar un carta para que vaya para allá, creemos que para acuda a algún curso para recolocarle o reorientarle, o para que le fiche el Manchester City, vaya usted a saber. Según viene en la carta con grandes tipos de letra se trata de PROGRAMAS EXPERIMENTALES. ¡Qué ilu!, deben de ser programas de laboratorio, de cobaya, que bien pueden ser formar parte de la nueva alineación del Atleti 2010, sentarse en la nueva junta directiva del Real Madrid, sugerirle fichajes a Manolete o ser abducido por un “ser superior”.

Valorándolo todo me quedo con esto último porque como bien dice Emilio Sánchez Vicario, si “un día llegó un platillo volante y soltó en las pistas de tenis a un extraterrestre llamado Rafa Nadal”, otro buen día de 2009, vísperas de San Isidro, regresó un mesías de las finanzas, allende las constructoras, para hacerse verbo en un salón del hotel Ritz. Se llama Florentino Pérez y con su advenimiento/regreso, como el del santo patrón del foro, brotó el agua, bajó el Euribor, y la hinchada merengue soñó con coleccionar esos cromos de Panini que luego tienes que pagar a precio de oro en el Rastro.

Puestos a pedir, Oh Floren todopoderoso, también podías dar curro a diestro y siniestro a todos lo peloteros que se queden sin curro y van, tristes de ellos, a enjugar sus penas al tenis. Y puestos a pedir, yo al gran yoda merengue, frugal en el vestir y en el yantar, le pediría que entrara en el Gobierno de Zapatero, que diseminara un maná de recolocaciones, que revisara las hipotecas a la baja cada dos meses y que bajara de precio de los tarros de palmito de Gigante Verde que venden en el Ahorramás, que sin él las ensaladas no saben a nada.

jueves, 14 de mayo de 2009

"El mejor partido que vi en mi vida"

Por John Wyatt
No lo busquéis en youtube. No está. Tampoco lo leeréis en los obituarios que glosan la vida y milagros de Chuck Daly. No os servirá de nada poner su nombre en google e intentar buscar esta historia. Te garantizo que no aparecerá, ya lo he intentado encontrar yo mismo, tan sólo veréis retazos inconexos que no descubren demasiado.

El caso es que ha acudido a mi mente en cuanto he sabido de la muerte de Chuck Daly, alma mater de los Bad Boys (Los Pistons de Detroit del 89 y 90) y timonel del Dream Team de Barcelona 92, aquel fastuoso equipo de estrellas, algunas ya en decadencia, que dejó a todos los equipos a una media de 40 puntos de ventaja y nos legó jugadas para el recuerdo.

Aunque fueron literalmente de vacaciones (Chuck Daly, el técnico de aquel equipo, sólo los entrenó un par de días en Barcelona) no tuvieron rival en los partidos que disputaron frente a otras selecciones, algunas muy potentes, como la Croacia de Petrovic.

Lo más parecido a un duelo igualado, capaz de extraer lo mejor de cada jugador de aquella selección, sólo hubiera sido posible si se hubieran enfrentado entre ellos. Y fue posible. Sucedió un mes antes de los Juegos, en la concentración que Daly les preparó en Monte Carlo. Chuck, molesto con la actitud de los jugadores por acostarse tarde y pasar muchas horas en su famoso casino, les abroncó con dureza en el entrenamiento.

Eran los mejores jugadores del mundo, pero nadie les iba a regalar nada. Para que los más veteranos fueran cogiendo el ritmo preparó un partidillo. En un lado, los más viejos, en el otro, los más jóvenes más Michael Jordan, campeón del anillo esa misma tamporada.

El gimnasio de Grace Kelly
En aquel vetusto y caluroso gimnasio, usado antaño por Grace Kelly y propiedad de la familia real monegasca, el combinado más veterano comenzó aquel partido bailando a los jóvenes, con Chris Laettner, el único universitario, en sus filas. Bird metiendo triples, Magic comandando contraataques, Ewing adueñándose de la pintura. Se fueron 30 puntos arriba en un suspiro. En contra, Jordan, Pippen o Barkley no daban ni una. Chuck Daly, con el silbato y el cronómetro en el cuello, arbitraba el cotarro e intentaba que los piques no fuera a mayores, hasta que la paliza se tornó humillante. Y llegó el descanso.

Sólo tres auxiliares y tres periodistas (ni un sólo cámara, ni un fotógrafo, ni un micrófono abierto), estadounidenses y amigos de Daly, vieron lo que sucedió después. Mientras que Bird, Magic y compañía se refrescaban en el vestuario entre bromas distendidas, Jordan reunió a su equipo.

Al margen de Daly, que se quedó pasmado contemplando la escena, el 23 de los Bulls comenzó a gritar. Dijo que hacía tiempo que no se sentía tan humillado, que se avergonzaba de sus compañeros, que les faltaba orgullo, que no iba a dejar que unos jugadores semirretirados, a los que él había vencido en los últimos años en las finales de la NBA, le dejaran en evidencia. Y todos entendieron el mensaje.
Cuando los veteranos volvieron a cancha, se encontraron con una imagen que no esperaban. Jugadores enrrabietados, con la ira en su rostro y los músculos tensos. A los pocos minutos del segundo tiempo, los jóvenes habían robado varios balones y, mediante triples y contraataques, se colocaron a 12 puntos.

Daly, viejo zorro, estaba disfrutando con el encuentro. Pidió tiempo y se fue hacia los veteranos para pedirles más tensión. «Estos tios os van a remontar el partido mientras que os quedáis mirando. Demostrad que sois grandes por algo. Os están arrollando».

La canasta decisiva
Los últimos 10 minutos de partido han quedado, para algunos testigos, como los mejores de la historia del baloncesto. Los dos equipos se vaciaron: Jordan golpeó a Bird después de que el Celtic metiera un triple y se lo dedicara. Luego fue Barkley el que se encaró con Bird. Jordan insultó a Magic y Magic le propinó otro golpe a Mullin. Cada bloqueo era una batalla, cada rebote, una puñalada en el orgullo del rival. Llegaron empate al último minuto, pero Jordan metió la canasta decisiva.

Nadie sabe cual fue el tanteo final, ni cuantos puntos metió este o el otro. Poco se conoce de aquel encuentro sin estadísticas. Daly, años después, dijo que el mejor partido que había visto en su vida fue aquel entrenamiento, pero no dio más datos. Los jugadores acabaron destrozados por el esfuerzo, magullados, rotos, algunos con bolsas de hielo en sus rodillas.

¿Que cómo me enteré de la historia? Un amigo de alguien que estuvo allí (uno de los tres periodistas yanquis, con nombres y apellidos), me lo contó. Nunca se había publicado por orden expresa de Daly, pero lo contaba como una batallita. Su relato es tal cual lo he desgranado más arriba.

Un mes después estos jugadores fueron medalla de oro y asombraron al mundo con su baloncesto de leyenda, pero eso es otra historia.

martes, 12 de mayo de 2009

La carretilla de la Caja Mágica

Por Sole Leyva
Es el epítome de este Masters Series de Madrid. A apenas dos metros del pasillo por el que el martes se deslizó Feliciano López a la pista central antes que el vigoroso Mónaco le diera candela, se apilaban sacos de cemento y una carretilla. Probablemente ‘Feli’, que jugaba en casa –pertenece a la exigua escuela madrileña pese a nacer en Toledo-, pensó en las críticas de Rafa Nadal o Tommy Robredo de días anteriores. Y es que a esta Caja Mágica, 157 millones de euros de inversión después, todavía le queda rodaje.

Polémica fue su ubicación. El barrio de San Fermín, en Usera. A 400 metros de esa novedosa estructura de hormigón y policarbonato resopal de Dominique Perrault se arraciman cientos de viviendas de realojo, pisos sociales, donde los portales huelen a lejía, muchas casas se caen y otras se dejan caer. Lo que menos necesitaban los vecinos de esta zona era un recinto de acceso cerrado.

Difícilmente disfrutarán de ese precioso e inmenso árbol en medio de un lago artificial, de los más de 30 focos que iluminan el cielo - inventados por cierto por Albert Speer, arquitecto de Adolf Hitler-, o de las almejas chilenas de la zona VIP, que sirven camareros austriacos venidos a Madrid ‘ex profeso’. Tampoco de los remozados ‘banks’ del Manzanares, por cuyas cercanías los jubilados se lo pasarían ‘teta’.

Ayer los mortales, esos que no llevan trajes del Corte Inglés, ni van engominados, ni son políticos, ni empresarios, ni presumen de meretrices de VISA, falda corta y pezones como monedas, ni les hacen la pelota instituciones con las que tienen relación, se quejaban con razón de las amplias zonas reservadas para los VIP.

Todo parecía montado para ellos. En las instalaciones para los privilegiados, situadas en uno de los fondos de la pista central (Manolo Santana), con ambiente perfumado por canciones brasileñas en directo, los Miguel Torres, Ariadne Artiles o Arancha de Benito de la vida se ponían tibios de sushi, solomillo y mojitos.

Allí no había carretillas, ni sacos de cemento. Camareros educadísimos visitaban las mesas cada tres minutos. “¿Quieren algo?, ¿Todo está bien?”. Hasta eran capaces de tropezarse por conseguir verter en tu vaso la cerveza que reposaba en cubitera no fuera a ser que lo hicieras tú y se armara la mundial.

En este tenis de Ion Tiriac –factótum del Masters- el tenis es al final complementario. Una oportunidad de universalizarlo, de hacerlo llegar a la gran masa, se queda en agua de borrajas. Si no que se lo digan a Dementieva, oro olímpico. Sólo cien personas de las 12.000 que caben se quedaron a ver su partido tras el de 'Feli'. De ellos sólo unos 20 estaban en los palcos, que ocupan gran parte de la grada. En la zona VIP, entre empujones ’apijados’, los de los trajes del Corte Inglés cerraban negocios, cuchicheaban sobre tal o cual, se bebían cuatro cubatas por la patilla y ni siquiera divisaban esos pisos bañados de lejía.

Que la pelota bote muy alta, que los vestuarios sean estrechos, que se hayan construido sólo ocho pistas de entrenamiento en vez de las 15 prometidas, que quieran convertir la arcilla en azul por no sé qué motivo publicitario, que haya errores en los horarios de entrenamiento, que el gimnasio sea pequeño, que haya problemas de acceso en coche, que el número uno del tenis mundial raje contra el torneo, son meros detalles sin importancia. La zona VIP es ‘niquel’. Lo demás no importa.

Ni siquiera que mientras jugara ‘Feli’ se escuchara música rock saliendo de algún sitio de la estructura. “¡Santana, quita la música, coño!”, se escuchaba que decían varios aficionados mientras el toledano se limpiaba su rostro perlado de sudor. Tras 15 minutos y varios gritos después, Manolo Santana, cabeza visible del torneo, dio la orden desde el palco y se quitó. Viendo lo visto, tampoco hubiera sorprendido que continuara.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Ricky Rubio, Blake Griffin y la tradición del hermano 'manta'

Por David Burress
El 25 de junio se celebra el draft de la NBA y sólo un nombre se interpondrá entre Ricky Rubio y el número uno: Blake Griffin. O, lo que es lo mismo, 208 centímetros, 115 kilos, un físico que impone, buen manejo de balón, poderoso en el rebote y dominador en la zona. A las dos perlas del sorteo les separan 8.186 kilómetros (de Oklahoma a Badalona), pero un hilo les une: ambos tienen un hermano manta.

Mientras que Marc Rubio se pelea por la LEB plata en el Prat Joventut (filial de la Penya) promediando unos discretos 6 puntos y 2 rebotes, Taylor Griffin (algo más de 9 puntos y 6 rebotes) vive su último año universitario, tras haber formado la pareja interior (frontcourt) de los Sooners de Oklahoma con su hermanísimo Blake.

Jugadores de equipo que pasan inadvertidos, piezas pequeñas para el engranaje del grupo: Marc, un escolta tirador, y Taylor, un cinco bregador dedicado a la intendencia, tienen que sufrir cómo es el hermano pequeño el que marca las diferencias. Uno en la ACB, el otro en la NCAA y, dentro de poco, ambos en la NBA.
El futuro de estos dos portaapellidos es incierto. A Marc Rubio, que subió 2 meses antes que Ricky Rubio al primer equipo, pero se vio obligado a coger ese mismo ascensor hacia abajo poco tiempo después, le espera seguir curtiéndose la LEB. A Taylor Griffin, que ha completado ciclo universitario, se duda de que alguna franquicia le escoja, así que terminará paseando sin rumbo su cuerpo de armario en ligas de desarrollo y, con suerte, en Europa.

A sus hermanos, la NBA los espera con brazos abiertos. Se augura un gran impacto de Blake Griffin, un nuevo Karl Malone, por su fortaleza física, que debería permitirle competir desde el inicio al máximo nivel y pelearse con gente contrastada como Gasol, Howard, Yao o viejos rockeros del oeste americano como Shaquille. A Ricky Rubio, al que comparan con Pete Pistol Maravich, se le da más margen, ya que 82 partidos de temporada regular requieren mucha gasolina y su limitación física puede achacarle ciertos problemas de adaptación que esperemos pueda sobreponer con su talento.

En noviembre del 2009, con el comienzo de la NBA, se cruzarán sus caminos y veremos quién vence a quién o si ambos integran el Olimpo del basket. Por ahora, ya comparten algo, un hilo invisible, tener un hermano manta.

sábado, 25 de abril de 2009

El soldado Mutombo se va de casa


Por Sole Leyva
A los 42 años Dikembe Mutombo se ha ido de casa. En esos dos rectángulos pintados de la NBA ya no pintaba nada –promedió esta temporada 1,6 puntos y 3,4 rebotes por partido-, y su rival ahora es otro: su África maltrecha por el olvido y la irresponsabilidad, su Congo natal, en guerra perpetua, del que partió con 17 años y una beca deportiva en el zaguán rumbo a Georgetown para convertirse en médico, su gran obsesión, curar a generaciones de congoleños enfermos. Al final estudió lingüística, aunque su destino, con esos 2,18 de estatura, estaba predeterminado.

Echaremos de menos esos mates casi sin saltar, ese acojone de los aleros al entrar a canasta y ver la muralla, ese dedo índice moviéndose como un péndulo espetándole al rival “no en mi casa” tras colocarle una chapa. Al anunciar el miércoles que deja la NBA tras 18 temporadas dijo que no sabía lo que haría. Mentira. Cumplirá lo que vino a hacer cuando cruzó el charco, lo que no paró de desarrollar desde que ganó su primer millón de dólares al fichar por los Atlanta Hawks en 1991 tras brillar con los Hoyas en la NCAA. Ayudar a los más desfavorecidos.

Con deportistas así da igual la carrera que hagan, pero el caso de Mutombo es excepcional. Nunca fue una gran estrella, y muy pocos colocaron su póster en la habitación, pero fue ocho veces All Star, cuatro veces Mejor Jugador Defensivo y sigue siendo el segundo mayor taponador de la historia de la Liga (3.289). Jugó dos finales, con los Sixers en 2001 y con los Nets en 2003 –ambas perdidas- y hasta los 35 años siempre promedió, como mínimo, 10 puntos por partido.

Cuando la rodilla del pivot de los Rockets hizo chás esta semana frente a Portland, dijo good bye: “Nadie pensó que el tipo grande se retiraría como un soldado herido”. Muchos africanos que triunfan en otros continentes se consideran a sí mismos meros soldados, en batalla constante, lastrados por su piel, por su pertenencia a un continente al que casi siempre se le da la espalda. “Voy a correr como un negro para ganar como un blanco”, decía Eto´o. Mutombo peleó día a día, centímetro a centímetro. Hasta Yao Ming, su compañero de equipo, se quejaba de su dureza en los entrenamientos, una brutal intensidad que lesionó a Michael Jordan, Dennis Rodman, Charles Oakley o Patrick Ewing, entre muchos otros.

Mutombo, como Eto´o, tampoco dio la espalda a su continente. Era su prioridad. "Dios nos da tiempo en el mundo. Tenemos la obligación de cumplir ese momento, para hacer una diferencia". Ese es el lema del africano, cuya fundación, creada en 1996 bajo su nombre, ha esparcido por su país natal decenas de millones de dólares a través de nuevas escuelas y hospitales.

El pívot ha sido un activo importante en la organización de Baloncesto sin Fronteras, emisario de la NBA en África, portavoz de la agencia internacional de socorro CARE, y primer emisario juvenil del programa de las Naciones Unidas para el desarrollo. Para poder jugar al baloncesto en el Congo Mutombo puso como obligación que el chaval acudiera a clases para prevenir el SIDA. Sin educación, la lacra más sangrienta de los dos últimos siglos seguirá creciendo. Sin clases no hay baloncesto.

USA Weekend le nombró el Atleta Más Humanitario de 1999 por sus esfuerzos en recaudar dinero para África y fue el primer jugador de la NBA en recibir en dos ocasiones el galardón J. Walter Kennedy, que premia al jugador que más servicios y dedicación presta a la sociedad. Hasta el Congreso de EEUU llegaron sus peticiones. De él arrancó dos millones de dólares para financiar clínicas y centros de salud en su país. Su cénit humanitario llegó en 2006, cuando se inauguró la primera instalación moderna de Kinshasha en 40 años: un gran hospital. Costó 29 millones de dólares. 15 de ellos los puso el baloncestista de su bolsillo. No mientas Mutombo. No digas que no sabes lo que harás ahora. Lo has estado haciendo siempre.

viernes, 17 de abril de 2009

Hevad Kahn: ¿el Bobby fisher del Póker?

Por John Wyatt
Su ascendencia india y su facilidad para el cálculo mental decidieron por él. A imagen y semejanza de los grandes maestros de su país, el pequeño Hevad sería ajedrecista. Su inteligencia, su capacidad innata, su desparpajo ante el tablero lo convirtieron pronto en un niño campeón en Poughkeepsie, una ciudad cercana a Nueva York. Se publicaron artículos en periódicos locales sobre sus victorias. Pero poco a poco, conforme se fue dando cuenta que ganar torneos de ajedrez no daba dinero, fue cambiando sus preferencias. Tenía 22 años.

Si el ajedrez no daba un duro, ni siquiera para los grandes maestros, ¿con qué actividad se podría ganar millones de dólares y fama mundial aplicando esas mismas reglas de lógica y probabilidad? Hevad ya había jugado al póker en la universidad y no se le había dado nada mal, así que elegir fue sencillo. Comenzó por Internet. Todas las noches, Hevad abría una cuenta y jugaba hasta el amanecer. Al principio, pocas cantidades. Luego fue subiendo. Llegó a ganar cientos de miles de dólares en pocos días.

Uno de los casinos online en los que jugaba, afincado en las Islas Caimán, revisó una a una sus partidas, sus apuestas, cada uno de sus movimientos. Los estaba arruinando. Sus especialistas descubrieron que alguien jugaba al otro lado de la pantalla hasta 43 partidas a la vez, y que ese alguien aplicaba la lógica a la perfección, sin errores, a una velocidad endiablada. Los del casino pensaron: “Han inventado un programa informático que aplica reglas matemáticas. Nos están desplumando con un puto robot”.

Los de las Caiman, sintiéndose timados, cerraron esa cuenta y confiscaron el dinero. Hevad reaccionó con calma. Decidió buscar el teléfono para clientes, marcarlo y hablar con los responsables. Se identificó:

- Soy Hevad Khan, un cliente al que habéis quitado todo lo que había ganado los últimos 10 días.

- Señor Khan, la cuenta se ha cerrado porque es delito usar programas informáticos para jugar al póker en nuestro casino. Lo dicen las reglas que usted se compromete a respetar.

- Eso es una acusación grave y sin sentido. Puedo probar que el que juega soy yo sin ayuda de nadie.

- Es imposible. Nadie puede jugar tan rápido 64 partidas seguidas sin error. Es imposible.

- Entonces yo le propongo que esta noche me habiliten la cuenta. Voy a entrar a jugar 43 partidas simultáneas de ‘sit and go’ en la modalidad Texas hold ’em. Voy a grabarme jugando ante el ordenador. Luego les voy a enviar el vídeo para que verifiquen que cada uno de los movimientos que yo hago coincide con los que ven ustedes allí. Si lo hago, si pruebo que no soy un robot, les exijo que me devuelvan el dinero.

Dicho y hecho. Este es el vídeo.



Desde entonces, Hevad se dedica al póker profesional. No sólo arrasa online, sino en las mesas más importantes de los mejores casinos del mundo. De hecho, acaba de embolsarse 200.000 dólares por vencer en el torneo Pokerstars Caribbean Adventure. Aunque le apodan el ‘Bobby Fisher del tapete’, su carácter no coincide exactamente con el del apocado mito estadounidense. Hevad gana una mano y ruge, baila sobre la mesa, tira las cartas y es capaz de imitar aquella carrerita que hizo tan famoso a Fernando Vázquez.

lunes, 6 de abril de 2009

Clark Kent jugó en los Lakers


I'm Kurt Rambis, they call me "Superman",

And I'm known to give a help-ing hand,
Now there's a rival on the street,
And we all gotta "work" to get it beat.

Por John Wyatt
¿Se puede jugar con gafas de pasta al baloncesto? ¿Se puede ser alero sin anotar un solo triple en 14 años de carrera deportiva en la NBA? ¿Se puede ser el jugador más querido por tus fans y más odiado por todos los demás equipos de la liga? ¿Se puede uno enredar, partido sí, partido también, en peleas brutales sin que a uno le retiren la licencia de jugador? La respuesta es sí. Kurt Rambis, el Clark Kent de Los Angeles Lakers, lo hizo.

En el legendario Forum cantaban canciones dedicadas a su corpachón de leñador, a su careto de ajedrecista palurdo, a ese bigote ochentero a lo Village People y sus modales de camionero. Sus seguidores, aún hoy, son legión. Con ese carácter, no es casual que su primer equipo fueran los Broncos de California y, de ahí, debido a sus movimientos toscos, viajar al AEK de Atenas. Alguien en Los Ángeles pensó en recuperarlo para el baloncesto NBA. Y llegó a los Lakers.


Junto a Magic, Worthy, Kareem o Cooper formó parte de aquel equipo que, de la mano de Pat Riley, fue bautizado como 'showtime'. Rambis, buen reboteador, gran corredor de contraataques y mejor defensor, gano cinco anillos, varios de ellos a los todopoderosos Celtics de Larry Bird saliendo desde el banquillo, sí, y sacando de quicio al mismísimo Kevin McHale, el tipo más antipático para la hinchada angelina. Sus enfrentamientos fueron antológicos. En varias ocasiones acabaron separados por sus compañeros y expulsados del campo. En el vídeo podemos ver una de ellas.

Cuando se retiró hizo una de las pocas cosas que pueden hacerse en Hollywood: vivir del cine. Siguió los pasos de su compañero McNamara, que hizo de Chewaka en 'Star Wars', y participó en cuatro películas con papeles de freak. El más conocido es el de 'Johnny Mnemonic', de Keanu Reeves, una bobada futurista.

Hoy, todavía sin haber renovado sus gafas de pasta, toca en un grupo de rock.