martes, 14 de junio de 2011

Golpe franco al balonmano español

Por Sopenilla
A estas alturas, afirmar que la crisis económica está golpeando al deporte resulta poco menos que una obviedad. Ni siquiera el fútbol, amparado en su fortaleza mediática, resiste incólume el embate de este tsunami. La 2ªB se resquebraja por sus cuatro costados y la sombra de quiebra técnica se cierne sobre varios equipos de primera y segunda. Pese a la sangría financiera, muchos aficionados aún se aferran a la longevidad de su club como si fuese un mantra que lo hiciera inmortal. En otros ámbitos, caso del balonmano, nadie medianamente sensato sigue creyendo que son eternos. Las glorias pasadas de Irún y Santander, en otro tiempo franquicias de postín, reposan hoy sobre las hemerotecas.

El ejemplo de Elgorriaga y Teka –con sus respectivos benefactores a cuestas– puso al descubierto su endeblez institucional. Enfocada a la consecución de títulos, la inyección económica de la que ambos gozaron no tardó en desaparecer en cuanto el éxito deportivo dejó de sonreírles. Cerrado el grifo, el primero quedó enfangado en la división de plata y el segundo pasó a mejor vida. Contra toda lógica, el desengaño de asistir a su decadencia no derivó en autocrítica por parte del resto de clubes. Tras una temporada en la que la falta de liquidez ha sido una tónica dominante en la liga ASOBAL, quizá sea un buen momento para que el balonmano español haga, por fin, examen de conciencia.

Más allá de Barça y Ciudad Real, la supervivencia del resto de equipos se ha convertido en una carrera por eliminación: casi la mitad no paga o tiene problemas para hacerlo. En un deporte en el que los ingresos son limitados, el gasto pende como una espada de Damocles. La inversión no asegura el éxito, pero sí figurar en la elite. Fuera de este escenario, contar con una estructura profesional es una quimera. Como, en último término, siempre queda la opción de vender tu plaza, muchos clubes prefieren vivir por encima de sus posibilidades. Así que, a diferencia del fútbol, el endeudamiento aquí no es sólo una huida hacia adelante, sino más bien la salida fácil a un círculo vicioso.

Analizado en frío, la verdad es que la competición tampoco facilita mucho las cosas a los directivos. Con 16 representantes en liza, y sin play-offs que ofrezcan segundas oportunidades, el título prácticamente se dilucida en un único enfrentamiento a ida y vuelta. Los puestos europeos no seducen sobremanera por el quebranto económico que suponen en forma de viajes. Y la televisión, lejos de suponer un alivio, tiende a poner la puntilla. Como eslabón más débil en la oferta del ente público, los horarios de los partidos suelen ser objeto de contraprogramaciones.

Una quiebra en cadena

Con este panorama, no resulta extraño que unos cuantos clubes estén en vías de ser rescatados. El primero en izar la bandera blanca fue el Alcobendas que, a mitad de temporada, decidió aplicar un plan de choque a la medida de Angela Merkel. Apurado por las deudas, el conjunto madrileño dio la carta de libertad a toda su plantilla y subió a sus juveniles al primer equipo. Queda claro que, para advertir que una liga está devaluada, no es necesario que Mou haga cábalas sobre el once del Sporting. Los 5 puntos sumados por los ex-pupilos de Rafa Guijosa a lo largo de toda la campaña hablan por sí solos.

El grueso de los desempleados –incluido el propio Guijosa– se pasó en bloque al BM Toledo, pero sus condiciones laborales no mejoraron en exceso. A las primeras de cambio, su nuevo club les propuso una rebaja del 10% de su salario. Los jugadores se negaron, inducidos quizá por el impago previo de varias mensualidades. En la directiva, los hay que aún confían en que el ayuntamiento tirará de subvención para cubrir las partidas atrasadas. Especulaciones al margen, lo que parece incontestable es que el equipo estuvo toda la segunda vuelta sin puntuar haciéndose acreedor al descenso.

Mientras que Rubiales, el líder sindical de la liga de fútbol, amenaza de manera recurrente con la convocatoria de huelga; el mítico David Barrufet, su homólogo en la AJBM, ya ha se estrenado a la hora de repeler este tipo de lanzamientos. El Antequera no forzó ningún parón liguero, pero sus jugadores –entre ellos Rafa Baena, hasta entonces ‘pichichi’ del campeonato– se negaron a pisar el parqué ante la visita del San Antonio. Para evitar males mayores, el club no tuvo más remedio que recurrir al filial. Con todo, ni la permanencia peligró en ningún momento, ni tampoco la carrera profesional de los huelguistas, muchos de los cuales se habían asegurado un nuevo destino para la próxima temporada con anterioridad a su plante.

‘Históricos’ como Arrate y Granollers, por su parte, también se vieron afectados por esta situación. Pese a que la deuda, en ambos casos, supera ampliamente el millón de euros, las medidas de protesta protagonizadas por sus respectivas plantillas quedaron reducidas a meros actos simbólicos. En comparación con la pérdida deliberada de puntos, el hecho de dejarse barba apenas inquietó a dirigentes y aficionados. A juzgar por la posición en la tabla del cuadro vallesano, está visto que rendir a buen nivel tampoco sensibiliza. Haya o no pretextos, la cuestión es acumular impagos.

La venda en los ojos

En esta tesitura, todas las partes implicadas no han dudado en hacer un llamamiento unánime a la austeridad. Un mensaje apropiado de no ser porque la venda, en vez de aplicarla a la herida, ha servido más bien para taparse los ojos. Vista desde fuera, la Comisión de Seguimiento a tres bandas que formalizaron liga, federación y sindicato, ha parecido más un descargo de responsabilidades que un diagnóstico real del problema.

En palabras del gerente de la AJBM, el también ex-portero Claudio Gómez, la mayor parte de los impagos no se deben a incumplimientos de contratos. Al menos, de los oficiales. Lo cual hace presuponer que, en la práctica, clubes y jugadores rubrican segundos acuerdos, no reconocidos públicamente, en base a los derechos de imagen de éstos últimos. Una manera sutil de sortear el control de la Comisión, que sólo tiene potestad para evaluar los presupuestos de los clubes en función de las copias de los contratos remitidas ante la liga. Con tal de no ajustarse el cinto, da la impresión de que existe un acuerdo tácito para hacer la vista gorda y realizar conjuntamente un brindis al sol.

Mientras tanto, los hay que prefieren explorar otras vías, como el BM Valladolid. Escarmentado en cabeza propia, su presidente no tuvo más remedio que ceder parte de su plantilla, a una semana del cierre liguero, para disfrute de un club libanés. Hablamos de 80.000 euros a cambio de ocho jugadores. Una suerte de prostitución deportiva enfocada a que el Al Saad disputara, con un mínimo de dignidad, la Super Globe, el equivalente al ‘mundialito de clubes’ de la FIFA. Con una plaza de Champions aún en juego –el equipo terminó quinto en liga tras su derrota contra Ademar apenas dos día después de regresar de Doha–, la llamada de nuevos inversores no podía esperar. ¿Será que los petrodólares también han llegado a nuestro balonmano?

jueves, 9 de junio de 2011

Rosell y las secciones modélicas

Por Sopenilla
Resonaban los ecos de la portada de Newsweek al mejor equipo de la historia cuando el anuncio del recorte presupuestario ha puesto en solfa los valores de la institución culé. Por si fuera poco, alguien se encargó de avivar el debate recordando las promesas electorales de Rosell. Esas que auspiciaban un fortalecimiento de todas las secciones en caso de llegar al cargo. Más allá del enfado por verse incumplidas, está el bochorno de acabar en la misma encrucijada que su eterno rival. Una cosa es que Mourinho eche por tierra el señorío madridista, y otra bien distinta que la crisis te obligue a ser menos que un club.

Sin duda, la cuestión se presta a la demagogia barata. Por un lado, la defensa de un modelo. Por otro, el pragmatismo que demuestra el seny catalán cuando oye hablar de pelas. En medio de esta disyuntiva, que se asemeja a la idea de subvencionar un sector no rentable a costa de no incrementar la plantilla de esa empresa llamada INEM, se sitúa el fútbol-sala. A principios de año, fue la Copa de la Liga. Hace escasamente un mes, la primera edición de la Copa del Rey. A partir de este fin de semana, el asalto a la liga. Un triplete histórico que pondría al Barça Alusport a la misma altura que las secciones de basket y balonmano. Un argumento contundente que no hace sino alimentar la controversia de reducir o no la inversión para todo lo que no sea fútbol.

Visto en perspectiva, lo cierto es que, fuera del hermano pequeño del deporte rey, tampoco habría muchas más disciplinas de equipo en España por las que apostar. Con permiso de Galicia, que este año ha recuperado el cetro europeo sobre patines, tanto el hockey como el waterpolo están en manos de clubes históricos catalanes ajenos a la influencia blaugrana. Ahora que, gracias al voley, sabemos que Teruel sí existe, quizá alguno piense que aquí habría margen para acumular más títulos. El único problema es que, en comparación con el fútbol-sala, al balonvolea patrio no se le recuerda ninguna hazaña memorable.

El corredor del Henares, mejor que el Barça

Por el contrario, hasta que #iniestademivida nos rescató de nuestra secular maldición mundialista, la responsabilidad de dar la cara con un balón atado al pie siempre recayó en el fútbol-sala. En la práctica, resultaba del todo punto lógico. Un país que seguía el fútbol por la tele y lo jugaba en dimensiones reducidas. En cuanto locos como José María García lo profesionalizaron a finales de los ochenta, el número de fichas federativas comenzó a dispararse. Una dinámica que sólo los campos de F-7 –la única medida eficiente que se le recuerda al organismo que preside Villar– ha podido romper en los últimos tiempos.

Una vez que la televisión desembarcó, con un Nacho Aranda oficiando de Lobato en los comienzos de A3, el Barça no pudo desentenderse de la moda. Participó en la primera liga y logró mantenerse en la brecha frente a insignes franquicias del corredor del Henares como Redislogar Cotransa o Pennzoil Marsanz. Pero entre éstas, pequeños reductos como Talavera de la Reina (Caja Toledo) o Murcia (Pozo) y, sobre todo, el imperio verde de Interviú, se encargaron de que los culés no rascaran nada. Pese a que hombres como Vicentín, Javi Lorente o Jesús Clavería hablaban del buen nivel de los jugadores nacionales, brasileños como Paulo Roberto y Chico Lins o el paraguayo Carosini, marcaban demasiadas diferencias.

La directiva azulgrana no vio la necesidad de competir con esos fichajes hasta que en 1998 se produjo el descenso del equipo a División de Plata. En este sentido, sólo la llegada de Joan Laporta supuso un punto de inflexión en la lucha por otro objetivo que no fuera el ascenso y la permanencia. Con él aterrizó Javi Rodríguez, piedra angular del proyecto que hoy día es el Barça Alusport. Al capitán se sumaron otros jugadores consagrados como Torras; lo mejor del panorama brasileño, como Wilde y Fernandao (éste último nacionalizado); y las promesas emergentes del mercado nacional. Algunas, como Cristian, ya se han consolidado en el primer equipo. Otras esperan su momento en el filial, que milita en División de Plata.

Con Inter y Pozo en pleno proceso de reciclaje, la hegemonía barcelonista tiene visos de prolongarse. Todo sea que Rossell no retire los fondos. Por si acaso, en vez de que Marca patrocine una liga que no le interesa retransmitir más que cuando no hay fútbol para rellenar la parrilla, sería preferible que Florentino obviase perseguir la décima y cambiase el basket por este deporte. Sería una buena excusa para que Guti dejase de hacer el gilipollas en Turquía.