jueves, 25 de junio de 2009

La distancia entre Drazen y Ricky

El gran Drazen, Mozart del baloncesto.
Por John Wyatt
El halago exagerado puede hacer tanto o más daño que la crítica feroz. En Ricky Rubio, que esta noche se juega su futuro en el Draft de la NBA, se aprecian rasgos que ya lo emparentan con los grandes de nuestro baloncesto: la visión de juego de un veterano, intensidad defensiva, contraataque feroz, velocidad, desparpajo y, sobre todo, fantasía a la hora de repartir pases. Su talento es incuestionable, pero las comparaciones con otras estrellas europeas le quedan, de momento, muy muy grandes.

La revista croata Superkosarka, uno de los magazines de basket más prestigiosos de Europa, presenta a Ricky Rubio posando con mirada desafiante y, como no, un balón de baloncesto en la mano. En el texto que acompaña la entrevista, el redactor apunta dos nombres: Drazen Petrovic y Pete Maravich.

A Maravich los de mi generación no le hemos visto nunca jugar, así que de él no opino. Pero la comparación con Drazen Petrovic es, cuanto menos, desafortunada. Y más viniendo de una revista croata.

Trabajo, trabajo, trabajo

El genio de Šibenik destacó en todas las categorías en las que jugó, se impuso a casi todas las situaciones adversas, incluido un primer año difícil en la NBA, y trabajó con tesón en aquellos aspectos en los que en principio flojeaba. ¿Mal tirador en su adolescenccia? ¿Mal defensor en el Real Madrid? Sus últimos años en los Nets ya lo presentan como un jugador completo, musculoso, realizado, una versión 2.0 de aquel chaval delgaducho con el pelo ensortijado que hacía cortes de manga al público del Raimundo Saporta.

Drazen, ya desde su etapa en el Šibenik y en la Cibona, sorprendía a todos por sus maneras de líder en la cancha. Daba igual que tuviera 17 años. Se encaraba con los rivales, retaba al público y pedía los balones más calientes en los finales de partido más apretados.

En su primera etapa no era buen tirador de tres, pero lo compensaba con un tiro en suspensión y una entrada a canasta dignos del mejor Jerry West. De aquellos años datan los 112 puntos, récord hoy insuperable, que le endosó él sólo al Smelt Olimpija esloveno en 1985.

Su éxito no era fruto de la casualidad. Después de disputar los partidos de casa, pedía permiso para quedarse en el pabellón durante un par de horas tirando mientras algún fan, elegido por él de entre el público, iba pasándole balones. Sólo de esa manera, con los años, fue convirtiéndose en el mejor tirador de tres puntos que Europa había visto desde la irrupción de Nikos Gallis.

Cuando fichó por el Real Madrid ya lo había ganado todo en Europa, era un auténtico asesino desde la línea de tres y promediaba 40 puntos en Yugoslavia. Después de un año mágico en España, sólo ensombrecido en Liga por el Barca de Solozabal, Epi, Norris y un árbitro de cuyo nombre no quiero acordarme (dejó al Real Madrid con sólo cuatro jugadores a falta de cinco minutos en el Palau), legó para el recuerdo una increible final de la Recopa en la que se enfrentó a su alter ego, Óscar Schmidt Becerra, el legendario cañonero brasileño (ver vídeo).



Él solito (64 puntos) resistió los triples de Óscar (48 puntos), Gentile, Expósito y Dell’Agnello. El Real Madrid ganó el partido, la NBA se fijó en él y el Mozart de Šibenik decidió, como sus amigos Divac, Radja y Kukoc, cruzar el charco.

Su primer año en los Blazers fue el periodo más frustrante de su carrera. El técnico Rick Adelman, actual técnico de los Kings y posible 'herr director' de la nueva etapa de Ricky, le destrozó.

Le pidió que defendiera, que se sacrificara, que hiciera faltas, que reboteara... Y lo hizo. Se metió en el gimnasio cuatro horas al día, se adaptó a la nueva distancia de tres puntos, aprendió a defender echando el bofe y no se quejó por ello. Terminó aquella temporada con 12,5 puntos de media y emigró a los Nets, el mejor destino posible. Allí el jugador vivió su mejor momento, hizo partidos legendarios, batió el récord de triples y se ganó todo el derecho a ir al All Star. Superaba, partido sí y partido también los 30 puntos.

Su última participación que recordamos antes de su fatídico accidente fue la de la final contra el Dream Team en Barcelona, con 10 minutos para el recuerdo, con el tipo metiendo triples, encarándose con Jordan, abroncando en un tiempo muerto al flojeras de Komacek, que lo imitaba descaradamente, y resistiendo él sólo las embestidas del mejor equipo de la historia.

¿Y en una revista croata lo comparan con Ricky Rubio? ¡Si Ricky no sabe tirar de tres!